Por Tab Machado
Hace tiempo que no sentía la necesidad de escribir nada nuevo, que por voluntad propia había dejado en un rincón olvidado de mi memoria el deseo de compartir experiencias, reflexiones, puntos de vista, creencias, convicciones y tantas cosas más. Es que, así como hay gente que se vuelve intolerante a la lactosa, a la cafeína o tiene incapacidad de digerir tal o cual producto o alimento, yo me volví intolerante a las injusticias, a la falta de lealtad, a las personas que no miden las consecuencias de sus actos con tal de lograr lo que quieren, a los abusadores, a los que creen que solo ellos tienen la razón, a los charlatanes, a los que creen que solo ellos tienen derechos y los demás solo deberes, a los que no piensan, a los que juzgan sin conocer la verdad o a la persona, a los que se llevan todo por delante, a los aduladores, a los que son consecuentes y obsecuentes con los poderosos pero tienen un látigo implacable para los débiles… en una palabra sentí intolerancia suprema, total y absoluta al ser humano promedio, ese que cree que solo ellos deben de poseerlo todo y ahora… ¿¡porque sino cuándo!?
Hastiado, aburrido y cansado de ver como el egoísmo le gana por goleada a la solidaridad, el materialismo al espiritualismo, la ambición a la modestia y la codicia a la generosidad, tuve la necesidad suprema del águila de limpiar y mudar mi cuerpo y mi alma para volver con mas ánimo y fortaleza a compartir con ustedes nuevamente la esperanza de un mundo mejor para todos.
No vuelvo para decir verdades inapelables, ni a enseñar códigos de conducta o procederes, no me interesa acusar con el cayado de la arrogancia ni juzgar la conducta individual, simplemente quiero compartir (como siempre) lo que me ha sido legado por mis padres para vivir en un mundo más tolerante, más solidario, más justo, más humano, mas fraternal.
Por eso cierro esta columna compartiendo un viejo proverbio que se ha arraigado en mi corazón desde hace muchos años y ha retado de forma permanente a mi juicio y a mí proceder y es un acicate para refrenar mi estado de ánimo y mi conducta: “No digas todo lo que sabes, no hagas todo lo que puedes, no creas todo lo que oyes, no gastes todo lo que tienes. Porque: el que dice todo lo que sabe, el que hace todo lo que puede, el que cree todo lo que oye y el que gasta todo lo que tiene… Muchas veces: dice lo que no conviene, hace lo que no debe, juzga lo que no ve y gasta lo que no puede”…