Con el nombre de Reyes Magos se denomina a los visitantes que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.
Los Reyes Magos es el nombre por el que la tradición denomina a los visitantes (tres según la consideración más extendida y esto se debe a la cantidad de obsequios ofrecidos) que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.
El evangelio sólo habla de magos, en ninguna parte se indica que fuesen reyes. Esta creencia apareció varios siglos después y se ha mantenido en la tradición popular. Tampoco se mencionan sus nombres en el evangelio. Estos ‘magos’, según la creencia, eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos que el Evangelio ve como las primicias de las naciones que aceptan la Buena Nueva de la salvación.
La figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, algunos fueron integrados de los evangelios que conforman el Nuevo Testamento de la Biblia. Concretamente el Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos magos quienes, tras seguir una estrella, buscan al “Rey de los Judíos que ha nacido”, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén y a quien ofrecen ofrendas de oro, incienso y mirra.
Con respecto a los nombres de los reyes (Melchor, Gaspar y Baltasar) las primeras referencias parecen remontarse al siglo V a través de dos textos: el primero titulado ‘Excerpta Latina Barbari’, en el que son llamados Bithisarea, Melichior y Gathaspa y en un evangelio apócrifo, (el Evangelio armenio de la Infancia), donde se les llama Balthazar, Melkon y Gaspard. Los nombres son además diferentes según la tradición siriaca.
Si bien parece contradictorio que practicantes de la magia (severamente amonestada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) sean admitidos como adoradores del Mesías, hay que tener en cuenta que el término griego μάγος (mago), no era utilizado únicamente para referirse a los hechiceros. Se utiliza, en este caso, para referirse a hombres sabios (así se los llama en diversas versiones de la Biblia) o, más específicamente, hombres de ciencia. De hecho, también poseían conocimiento de las Escrituras (Mateo 2:5-6). Es posible que estos magos pertenecieran a la religión zoroastra.
Mateo no deja ver que fueran astrólogos que conocieran con precisión el movimiento de alguna estrella (2:7) a pesar de ser esta la creencia general. Aunque bien intencionados, su visita es causa de turbación general y despierta la desconfianza de Herodes (2:3), pues veía al nuevo Mesías como un rival. A pesar de ser anciano y de haber reinado ya por más de treinta años, Herodes les ruega que averigüen el sitio preciso del nacimiento del Mesías (2:8) con el fin de poder, así, acabar con su potencial competidor. Los sabios, que no sospechan eso, encuentran al Niño, lo adoran y obsequian oro, incienso y mirra (2:11). Un ángel previene a los magos de las intenciones que Herodes guardaba (2:12), así que no regresan donde él. Iracundo, el rey manda a matar a todos los niños menores de dos años. Para entonces, José ha sido avisado en sueños (2:13) de que debe huir a Egipto con los suyos. A partir de ese relato, se han ido elaborando numerosas leyendas sobre los hechos y la personalidad de estas tres figuras, incluyendo el presunto estatus real.
Otras tradiciones del 6 de enero
Es interesante notar que, en tiempo de la colonización española, especialmente en Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, México y Uruguay este día era de asueto para los esclavos que salían a las calles a bailar al ritmo de sus tamboras.
Los países de habla inglesa dedican el día 6 de enero a desmontar los adornos de Navidad. Esta costumbre también se ha extendido a países de América Latina, convirtiéndose el 6 de enero en el último día de la temporada navideña. Antiguamente se celebraban festejos con ese motivo y se cocinaba un pastel en el que se escondía un haba o una pequeña moneda de plata. La persona que encontraba el haba o la moneda era nombrada rey judío o señor del desorden y se veía obligada a encargarse de los festejos de esa noche.
Esta tradición dio origen en España a la Rosca de Reyes que se come en ese día y que esconde una pequeña sorpresa en su interior. La Rosca de Reyes es un bollo elaborado con una masa dulce con forma de toroide adornado con rodajas de fruta cristalizada de colores variados, suele rellenarse de nata, crema o moka, introduciéndose en su interior “sorpresas” y a quien le caiga una de ellas debe pagar el roscón. Se sirve en España para merendar el día 6 de enero denominado día de Reyes y es propio de su repostería.
En México
Si bien la Rosca de Reyes tiene sus orígenes en Europa, esta tradición se ha convertido en parte de la cultura mexicana, donde se adoptó desde el siglo XVIII con rasgos de religiosidad popular y derivó en un verdadero arte culinario. Todo lo que tiene que ver con panadería y repostería llegó directamente de Europa y en México la tradición de poner una semilla se cambió por una imagen del niño Jesús. La imagenes para recordar que el niño se había ocultado de los ojos de Herodes y sólo podía encontrarlo quien tuviera fe.
La Rosca de Reyes recuerda también la corona que Jesucristo tenía. La corona era redonda pero como en México las familias eran muy grandes se tuvo que aumentar su tamaño y debido a que no cabían en el horno se tuvieron que hacer ovaladas.
Lo que se ha establecido tradicionalmente como obligación es que, quien saque la figura, invita los tamales el Día de la Candelaria, que es el fin de las celebraciones navideñas y cuando se levantan los nacimientos.